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Carnaval en una nevera

  • Foto del escritor: Belén Jiménez
    Belén Jiménez
  • 31 mar
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 3 abr




Alexia miraba por la ventanilla mientras el avión aterrizaba. Ya conocía Venecia y sus carnavales. Había estado en muchos de ellos. Su trabajo como actriz le había obligado a acudir a ese tipo de eventos. Ya no era una joven promesa de la gran pantalla. Había pasado de protagonizar decenas de películas, a ser la madre, la tía e incluso la abuela de la actriz principal. Por supuesto, una vez al mes visitaba su clínica de confianza para someterse a todos los tratamientos y cirugías con el objetivo de disimular sus arrugas.


El paso del tiempo era un tema que le obsesionaba. Por eso decidió pasar unos días en ese spa vip tan selecto que le había recomendado una amiga.


— Solo abren en carnavales. Sus métodos son un poco extremos, pero te aseguro que, si pasas una semana allí, no tendrás que volver a retocarte nada en los próximos dos años—.


Cuando llamó al centro para recibir información acerca de los tratamientos percibió un secretismo absoluto. —Por políticas de empresa no te podemos contar nada, pero te garantizamos que vas a obtener muy buenos resultados—. No lo pensó más. Pagó la carísima reserva e hizo las maletas.


Al llegar allí, el ambiente veneciano de las fiestas le trajo recuerdos de sus primeros años en el cine. Quería volver a ser esa bella mujer con todo el futuro por delante. Cuando llegó al complejo se dio cuenta que no era lo que esperaba. Ella tenía en mente un resort de lujo y se encontró con un edificio de aspecto industrial. Había más gente esperando en la entrada. Reconoció a un par de compañeros del mundillo. También había deportistas de élite, empresarios y exmodelos. Un hombre y una mujer vestidos con un sencillo chándal gris salieron a recibirles. Eran el director y la gerente del lugar. Sus físicos eran perfectos.


— Muchas gracias por venir a Carnaval Bajo Cero. Nuestro centro es uno de los más efectivos. El tratamiento consiste en una estancia de cinco días dentro de un congelador. No os asustéis. Estaréis siempre a una temperatura que someterá a vuestro cuerpo a una serie de mecanismos que activarán vuestra piel, el sistema circulatorio y la musculatura. La temperatura será baja, pero no tanto como para mataros. Saldréis como nuevos

— ¿Y estaremos solos? — pregunto uno de los deportistas.

— Sí, nada de gente y nada de móviles. Estar aislado forma parte del tratamiento. También hemos comprobado que los resultados óptimos se consiguen cuando el encierro se realiza en este periodo del año. Disfrutad de la cena. Mañana iniciamos el aislamiento en el interior del congelador. Al entregar vuestras pertenencias, os asignarán la habitación en la que pasaréis la noche.


Horas después, Alexia tuvo una terrible pesadilla. Sentía cómo el hielo congelaba sus células y atontaba su cerebro dentro de un lugar opresivo del que no podía salir. Se levantó alterada. Algo le daba mala espina. Hizo la maleta, se acercó a recepción y le dijo a la gerente que se iba.


— No te vamos a devolver el dinero. El tratamiento es milagroso. Te vas a arrepentir— Le contestó.

— No me importa. Os lo podéis quedar—


Esos cinco días los dedicó a recorrer Venecia como turista y a disfrutar de los festejos. Una semana después, ya en su ciudad, estaba desayunando cuando de repente escuchó la noticia en la televisión: ´Un cortocircuito provoca que nueve personas mueran encerradas en congeladores de un centro de belleza. Entre ellos se encontraba el famoso futbolista…’ Alexia dejó su tostada en la mesa y se quedó pensativa. Sacó su móvil del bolso y llamó a uno de los números recurrentes.


— ¡Hola querida!

— Hola. ¿Cómo estás? ¿Te acuerdas del papel ese que me ofrecieron de abuela de la protagonista? Diles que estaré encantada de hacerlo.

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